Aviso: por su contenido este relato puede herir la sensibilidad.
Xinran Xue, una escritora china, describe su visita a una familia campesina en el área de Yimeng de la provincia de Shandong. La mujer estaba dando a luz. “Apenas nos habíamos sentado en la cocina”, escribe, “cuando escuchamos un quejido de dolor en la habitación de al lado… Los gritos se hicieron más fuertes y se detuvieron abruptamente. Hubo un sollozo, y luego la voz ronca de un hombre dijo en tono acusador: “¡cosa inútil!”.”De repente, me pareció oír un ligero movimiento en el cubo de agua sucia detrás de mí”, recuerda la señorita Xinran. “Para mi horror absoluto, vi un pie que sobresalía de la cubeta. ¡La comadrona había lanzado al pequeño bebé vivo en el cubo de agua sucia! Casi me arrojé a él, pero los dos policías (que me habían acompañado) me agarraron firmemente de los hombros. “No te muevas, no puedes salvarla, es demasiado tarde”.
“Pero eso es… un asesinato… y ¡ustedes son la policía!” Los policías me agarraron unos cuantos minutos más. “Hacer una niña no es algo como para sentirse orgulloso por aquí”, dijo una anciana. “Pero es un bebé vivo”, le dije con voz temblorosa, señalando el cubo de agua sucia. “No es un bebé”, me corrigió. “Es una bebita, y no podemos mantenerla. En esta zona uno no puede vivir sin un hijo. Las niñas no cuentan”.
En enero de 2010, la Academia China de Ciencias Sociales (CASS) mostró lo que puede suceder a un país cuando las niñas no se tienen en cuenta. Dentro de diez años, señaló la Academia, uno de cada cinco jóvenes serán incapaces de encontrar una esposa a causa de la escasez de mujeres jóvenes, una cifra sin precedentes en un país en paz.
El número se basa en la diferencia de sexos entre las personas de hasta 19 años. De acuerdo con la CASS, China tendrá en 2020 entre 30 y 40 millones más de hombres en estas edades que de mujeres jóvenes. En comparación, hay 23 millones de niños por debajo de la edad de 20 años en Alemania, Francia y Gran Bretaña juntas y alrededor de 40 millones de jóvenes norteamericanos. Así que dentro de diez años China se enfrenta a la perspectiva de tener el equivalente de toda la población masculina joven de Estados Unidos o casi el doble que la de los tres mayores países de Europa, con pocas perspectivas de matrimonio, sin formar un hogar propio y sin la participación social que el matrimonio y los niños proporcionan.
El feminicidio es a menudo visto como una consecuencia no deseada de la política china de un solo hijo, o como el producto de la pobreza o la ignorancia. Pero ésa no es toda la historia. El superávit de solteros parece haberse acelerado entre 1990 y 2005, sin que se puedan encontrar vinculaciones obvias con la política del hijo único, que se introdujo en 1979. Y, como es evidente, la guerra contra los bebés de sexo femenino no se limita a China.
Partes de la India tienen ratios entre sexos tan desiguales como su vecino del norte. Otros países de Asia oriental como Corea del Sur, Singapur y Taiwán tienen elevados números de nacimientos de varones. Así ha sucedido también, desde el colapso de la Unión Soviética, en los antiguos países comunistas del Cáucaso y los Balcanes. Incluso algunos subgrupos de población de Estados Unidos están siguiendo este ejemplo, aunque no la población en su conjunto.
La verdadera causa, afirma Nick Eberstadt, un demógrafo del American Enterprise Institute, un think-tank en Washington DC, no es la política concreta de un país, sino “el choque fatal entre la preferencia por los hijos, la rápida propagación de la detección prenatal del sexo y la disminución de la fecundidad. “Éstas son tendencias mundiales. Y la destrucción selectiva de niñas también es global”.
Los niños son ligeramente más propensos a morir en la infancia que las niñas. Para compensar, nacen más niños que niñas para que así haya un número igual de hombres y mujeres jóvenes en la pubertad. En todas las sociedades que registran el número de nacimientos nacen normalmente entre 103 y 106 niños por cada 100 niñas. Esta ratio ha sido tan estable en el tiempo que parece ser el orden natural de las cosas.
Este orden ha cambiado radicalmente en los últimos 25 años. En China, la proporción de sexos en la generación nacida entre 1985 y 1989 fue de 108, ya fuera del límite de distribución natural. Para la generación nacida en el período 2000/04, fue de 124 (es decir, en esos años nacieron 124 niños por cada 100 niñas). De acuerdo con la CASS el ratio hoy es de 123 varones por cada 100 niñas. Estos ratios son biológicamente imposibles sin intervención humana.
Los promedios nacionales ocultan cifras sorprendentes a nivel provincial. Según un análisis de los datos de las familias chinas llevado a cabo a finales de 2005 y publicado en el British Medical Journal, sólo una región, el Tíbet, tiene una proporción de sexos dentro de los límites de la naturaleza. Catorce provincias, principalmente en el este y el sur, tienen ratios de sexo en el nacimiento de 120 y más, y tres tienen niveles sin precedentes de más de 130. Como dice CASS, “el desequilibrio entre sexos ha ido creciendo año tras año”.
Un estudio del British Medical Journal también arroja luz sobre uno de los enigmas relacionados con el desequilibrio de sexos en China. ¿Hasta qué punto ha sido exagerado por la presunta práctica de no informar del nacimiento de niñas en la esperanza de conseguir otra oportunidad de que nazca un hijo? No mucho, piensan los autores. Si esta explicación fuera correcta, lo probable sería encontrar que los ratios entre sexos caerían bruscamente a medida que las niñas que habían sido ocultadas en el momento del nacimiento comenzaran a ingresar en los registros oficiales de los que asisten a la escuela o al médico. Pero, de hecho, no hay tal caída. La proporción de sexos entre quienes tienen 15 años de edad en 2005 no estaba lejos de la proporción de sexos al nacer en 1990. La implicación es que fue el aborto selectivo por sexo, y no la ocultación de niñas, lo que explica el exceso de niños.
Otros países tienen proporciones entre sexos tremendamente desiguales sin los controles draconianos de China. La proporción de sexos en Taiwan también aumentó de poco más de lo normal en 1980 a 110 en la década de 1990, y continúa manteniéndose justo por debajo de ese nivel en la actualidad. Durante el mismo período, la proporción de sexos en Corea del Sur aumentó de poco más de lo normal a 117 en 1990, antes de retroceder a niveles más naturales. Ambos países ya eran ricos, crecían rápidamente y eran cada vez más educados, incluso en los años en los que el ratio entre sexos se inclinaba fuertemente hacia los hombres.
Corea del Sur está experimentando algunas consecuencias sorprendentes. El excedente de solteros en un país rico ha atraído novias del extranjero. En 2008, el 11% de los matrimonios fueron “mixtos”, en su mayoría entre un hombre coreano y una mujer extranjera. Esto está causando tensiones en una sociedad hasta ahora homogénea, que es a menudo hostil a los hijos de matrimonios mixtos. La tendencia es especialmente marcada en las zonas rurales, donde el gobierno piensa que la mitad de los niños de las familias campesinas nacerán en matrimonios mixtos en 2020. Estos niños son lo suficientemente abundantes como para haber generado una nueva palabra: “Kosians”, o coreano-asiáticos.
China es nominalmente un país comunista, pero en otros lugares la caída del comunismo se asoció con el crecimiento de la desproporción entre sexos. Después de la implosión de la Unión Soviética en 1991 hubo un aumento en la proporción de niños sobre niñas en Armenia, Azerbaiyán y Georgia. Su proporción pasó de los niveles normales en 1991 a 115-120 en el año 2000. También se produjo un aumento en varios estados de los Balcanes después de las guerras de secesión yugoslavas. La proporción en Serbia y Macedonia es de alrededor de 108. Hay incluso indicios de ratios de sexo distorsionados en los Estados Unidos, entre los grupos de asiático-americanos. En 1975, calcula el investigador Eberstadt, la proporción de sexos para los chino, japonés y filipino-americanos fue de entre 100 y 106. En 2002, fue de 107 a 109.
Pero el país con el record más notable es otro supergigante, la India. La India no proporciona cifras de proporción entre sexos al nacer, por lo que sus cifras no son estrictamente comparables con los demás países. Pero no hay duda de que el número de niños ha ido en aumento en relación con las niñas y que, como en China, hay grandes disparidades regionales. El noroeste de los estados de Punjab y Haryana tiene ratios entre sexos tan altos como las provincias al este y sur de China. A nivel nacional, la proporción de niños de hasta seis años de edad aumentó de un 104 biológicamente irreprochable en 1981 a un 108 biológicamente imposible en 2001. En 1991 hubo un solo distrito con una proporción de sexos de más de 125, en 2001, hubo 46.
La explicación convencional para estas disparidades es que son el resultado de “concepciones retrógradas” propias de sociedades anticuadas o, en China, de la política del hijo único. En consecuencia, la reforma política o la modernización social (mediante, por ejemplo, la mejora de la situación de la mujer) deberían llevar la proporción de sexos a la normalidad. Pero esto no siempre es cierto y, si lo es, el camino hacia una proporción normal de sexos es sinuoso y accidentado.
No todas las sociedades tradicionales muestran una preferencia marcada por los hijos varones. Sin embargo, en las que lo hacen (sobre todo en aquellas en las que se supone que el hijo debe ocuparse de sus padres en la vejez), un hijo vale más que una hija. Una chica se considera que se ha unido a la familia de su marido cuando se casa y que sus padres la pierden. Como dice un dicho hindú, “criar a una hija es como regar el jardín de tus vecinos”.
La preferencia por los hijos varones se verifica incluso en las encuestas. En 1999 el gobierno de la India preguntó a las mujeres el sexo que querían para su próximo hijo. Un tercio de las parejas sin hijos dijo que varón, dos tercios no tenía ninguna preferencia y sólo un porcentaje residual dijo que una hija. Las encuestas llevadas a cabo en Pakistán y Yemen muestran resultados similares. Las madres en algunos países en desarrollo dicen que prefieren varones por márgenes de diez a uno. En China, las comadronas cobran más por la entrega de un hijo que por la de una hija.
Lo insólito es que la preferencia por un hijo varón aumenta considerablemente en los segundos partos y siguientes. Entre las mujeres indias con dos hijos (de ambos sexos), el 60% dijeron que querían un hijo varón la siguiente vez, casi el doble de esa preferencia para los primogénitos. Esto refleja el deseo de tener un hijo por parte de quienes tienen dos hijas. El porcentaje se eleva al 75% para aquellos que tienen tres hijos. La diferencia en la actitud de los padres hacia los primogénitos y hacia los hijos siguientes es grande y significativa.
Hasta la década de 1980 las personas en los países pobres no podían hacer mucho sobre esta preferencia: antes del nacimiento la naturaleza seguía su curso. Pero en esa década las ecografías y otros métodos para detectar el sexo de un niño antes del nacimiento comenzaron a hacer su aparición. Esas tecnologías lo cambiaron todo. Los médicos en la India comenzaron a ofrecer exploraciones de ultrasonido con el lema “pague 5.000 rupias (110 US$) hoy y ahorre 50.000 rupias mañana” (refiriéndose al ahorro en el coste de la dote de una hija). Los millones de padres que querían un hijo pero no se decidían a matar a sus hijas al nacer eligieron el aborto.
El uso del aborto selectivo se prohibió en la India en 1994 y en China en 1995. Es ilegal en la mayoría de países (aunque Suecia legalizó la práctica en 2009). Pero ya que es casi imposible demostrar que el aborto se ha llevado a cabo por razones de selección del sexo, la práctica sigue siendo generalizada. Una ecografía cuesta alrededor de 12 US$, lo que está dentro del alcance de muchas, casi todas, las familias de China y la India. En un hospital en Punjab, en el norte de la India, las niñas sólo nacen después de que una serie de ecografías las hayan identificado erróneamente como varones o bien porque tengan un gemelo varón.
La difusión de la tecnología de imágenes fetales no sólo ha sesgado la proporción entre los sexos, sino también explica lo que sería una especie de rompecabezas: las diferencias en la proporción entre sexos tienden a aumentar con los ingresos y la educación, algo que contradice la teoría de las sociedades retrógradas. En la India, algunos de los estados más prósperos (Maharashtra, Punjab, Gujarat) tienen los ratios más desequilibrados entre sexos. En China, cuanto mayor es la tasa de alfabetización de una provincia, más desigual es su ratio entre sexos. La proporción también aumenta con la renta per cápita.
En Punjab Monica Das Gupta, del Banco Mundial, descubrió que las segundas y terceras hijas de madres bien educadas tenían más del doble de probabilidades de morir antes de cumplir los cinco años que sus hermanos, independientemente del orden de los nacimientos. La diferencia fue mucho menor en los hogares más pobres. Das Gupta sostiene que las mujeres no necesariamente utilizan sus mejoras en educación e ingresos para ayudar a sus hijas. Las familias más ricas y mejor educadas comparten la preferencia de sus vecinos más pobres “por los hijos varones y, como tienden a tener familias más pequeñas, están bajo mayor presión para conseguir un hijo varón si su primer hijo ha sido una inesperada niña”.
Así que la modernización y el aumento de ingresos hacen más fácil y deseable la selección del sexo de los hijos. Y lo que ocurre es que las familias más pequeñas se combinan con una mayor riqueza para reforzar el imperativo de conseguir un hijo varón. Cuando las familias son grandes, llegará al menos un hijo varón que mantendrá la línea familiar. Pero si sólo se tienen uno o dos hijos, el nacimiento de una niña podría sustituir al hijo varón. Por lo tanto, con mayores ingresos y descenso de la fertilidad, más y más personas viven en familias más ricas y más pequeñas, y están bajo mayor presión para tener un hijo varón.
En China, la política del hijo único aumenta aún más la presión. Inesperadamente, sin embargo, es la relajación de la política, en lugar de la política pura y simple, lo que explica el aumento artificial del número de niños.
En la mayoría de las ciudades chinas se aplica la política en su forma pura, esto es, a las parejas generalmente se les permite tener un solo hijo. Pero en el campo, donde vive el 55% de la población de China, hay tres variantes de la política del hijo único. En las provincias costeras alrededor de al 40% de las parejas se les permite un segundo hijo si el primero es una niña. En las provincias centrales y meridionales se permite un segundo hijo, tanto si el primero es una niña o si los padres sufren “dificultades”, un criterio determinado por los funcionarios locales. En el lejano oeste y en Mongolia Interior no se aplica realmente la política de un solo hijo. A las minorías se les permite un segundo, a veces incluso un tercer niño, sea cual sea el sexo del primogénito.
Las provincias en este último grupo son las únicas que se acercan a una proporción normal entre sexos. Están escasamente pobladas y habitadas por grupos étnicos a los que desagrada el aborto y cuyos sistemas familiares no menosprecian el valor de las hijas. Las provincias con los ratios más altos de niños sobre niñas están en el segundo grupo, entre las que tienen la mayoría de las excepciones a la política del hijo único. Como muestra el estudio del British Medical Journal, estas excepciones son importantes debido a la preferencia por los hijos varones cuando nacen en segundo o tercer lugar.
Tomemos como ejemplo Guangdong, la provincia más poblada de China. Su proporción entre sexos es de 120, un ratio muy alto. Pero si tomamos sólo los primeros nacimientos, la proporción es de “sólo” 108. Este ratio está fuera de los límites de la normalidad, pero no por mucho. Si se toma sólo a los niños nacidos en segundo lugar, que se permiten en ciertas provincias, la proporción salta a 146 niños por cada 100 niñas. Y para los relativamente pocos nacimientos en los que a los padres se les permite un tercer hijo, la proporción de sexos es de 167. Incluso esta sorprendente proporción no es el límite. En la provincia de Anhui, entre los niños nacidos en tercer lugar, hay 227 niños por cada 100 niñas, mientras que en el municipio de Beijing (que también permite excepciones en las zonas rurales), la proporción de sexos alcanza un increíble 275. Hay casi tres bebés varones por cada niña.
Das Gupta ha encontrado algo similar en la India. Las primeras hijas son tratadas de modo similar a sus hermanos. La norma parece ser que los padres acogen bien un primer hijo niña. Pero que no dudan en recurrir a medidas extraordinarias para asegurar que los hijos posteriores son varones.
A lo largo de la historia humana, los hombres jóvenes han sido responsables de la enorme preponderancia de la delincuencia y la violencia, especialmente los hombres solteros en los países donde el estatus y la aceptación social dependen de estar casados y tener hijos, como sucede en China y la India. Una población creciente de hombres solteros y frustrados es sinónimo de problemas.
La tasa de delincuencia se ha casi duplicado en China durante los últimos 20 años de aumento de la proporción de varones, con abundantes historias de secuestros de novias, trata de mujeres, violaciones y prostitución. Un estudio sobre si estos fenómenos estaban relacionados concluyó positivamente, aportando el dato de que la desproporción entre sexos era responsable aproximadamente de una séptima parte del aumento de la delincuencia. En la India, también existe una correlación entre los índices de delincuencia provincial y los ratios desequilibrados entre sexos. En “Bare Branches”, Valerie Hudson y Andrea den Boer advierten de que los problemas sociales de la desproporción entre sexos provocarán una tendencia al autoritarismo. Los gobiernos, sostienen estas autoras, “deberán disminuir la amenaza planteada a la sociedad por estos jóvenes. En consecuencia es muy probable que asistamos a un aumento del autoritarismo en un esfuerzo para acabar con la delincuencia, las pandillas, el contrabando y otros fenómenos concomitantes”.
La violencia no es la única consecuencia. En algunas partes de la India el coste de la dote se ha incrementado. Allí donde la gente paga un precio por la novia (es decir, la familia del novio da dinero a la de la novia), el precio ha aumentado. Durante la década de 1990, China registró la aparición de decenas de miles de “familia fantasmas con niños extras”: parejas de las zonas con política estricta de un solo hijo que viven en un limbo jurídico, cambiando incesantemente de ciudad en ciudad, a fin de proteger a sus dos o tres hijos del ojo peligroso de las autoridades. Y, según la Organización Mundial de la Salud, las tasas de suicidios de las mujeres en China se encuentran entre las más altas del mundo (como lo son Corea del Sur). El suicidio es la forma más común de muerte entre las mujeres rurales de China entre 15 y 34 años, donde las jóvenes madres se matan bebiendo fertilizantes agrícolas, que son fáciles de encontrar. La periodista Xinran Xue piensa que no pueden vivir sabiendo que han abortado o asesinado a sus hijas.
Algunas de las consecuencias de la desproporción entre sexos han sido inesperadas. Probablemente ha aumentado la tasa de ahorro de China. Esto es debido a que los padres con un hijo único ahorran para aumentar sus posibilidades de atraer a una mujer en el mercado matrimonial ultra-competitivo chino. Shang-Jin Wei de la Universidad de Columbia y Zhang Xiaobo del Organismo Internacional de Investigaciones sobre Políticas Alimentarias en Washington DC, han comparado las tasas de ahorro de los hogares con hijos varones en comparación con aquellos que tienen hijas. “Encontramos no sólo que las familias con hijos ahorran más que las familias con hijas en todas las regiones”, dice Wei, “sino que los hogares con hijos tienden a elevar su tasa de ahorro si también viven en una región con un ratio entre sexos más desigual”. Además calculan que aproximadamente la mitad del aumento en el ahorro de China en los últimos 25 años se puede atribuir al aumento de la desproporción entre sexos. Si es verdad, esto sugiere que los cambios de política económica para impulsar el consumo serán menos eficaces de lo que el gobierno espera.
En la próxima generación, muchos de los problemas asociados con la selección de sexo van a empeorar. Las consecuencias sociales se harán más evidentes porque los numerosos niños nacidos durante la última década alcanzarán la madurez. Mientras tanto, la práctica de la selección de sexo se está extendiendo debido a que las tasas de fecundidad siguen disminuyendo y los ecógrafos están llegando a todo el mundo en desarrollo.
Sin embargo, la historia de la destrucción de las niñas bebé no termina en el pesimismo total. Al menos un país, Corea del Sur, ha invertido su preferencia cultural por los hijos varones y ha reducido la desproporción entre sexos. Hay razones para pensar que China y la India podrían seguir su ejemplo.
Corea del Sur fue el primer país que informó de ratios excepcionalmente altos y ha sido el primero en disminuirlos. Entre 1985 y 2003 la proporción de mujeres de Corea del Sur que respondió a los inspectores nacionales de salud que “debían tener un hijo varón” se redujo en casi dos terceras partes, del 48% al 17%. Transcurrida una década la proporción entre sexos comenzó a caer a mediados de los 90 y ahora es de 110 varones por cada 100 niñas. Das Gupta cree que aunque se necesita un tiempo para que las normas sociales que favorecen a los hijos varones sean alteradas, y aunque la transición pueda ser retrasada por la introducción de las ecografías, a la larga el cambio llegará. La modernización no sólo facilita a los padres controlar el sexo de sus hijos, sino que también cambia los valores de las personas en detrimento de las normas que establecen una preferencia por los hijos varones. En algún momento, una tendencia se convierte en más importante que la otra.
Cabe la posibilidad de que China y la India puedan estar llegando a ese punto. El censo de 2000 y el estudio CASS muestran una proporción entre sexos estable en torno a 120. Al menos el ratio parece haber dejado de subir. A nivel local, Das Gupta sostiene que las provincias que tienen los ratios más altos (y que poseen dos tercios de la población de China) han registrado una desaceleración en sus tasas desde el año 2000. En la India un estudio encontró que la preferencia cultural por los hijos varones ha disminuido también y que el ratio entre sexos, como en gran parte de China, está aumentando más lentamente. En las aldeas de Haryana, las abuelas se sientan en silencio, tapado el rostro por un velo, mientras están presentes los hombres. Sin embargo, sus hijas se sientan y charlan sin llevar velo porque, dicen, han visto tantas mujeres sin velo en el trabajo o en la televisión que les parece normal.
Das Gupta señala que aunque los dos gigantes son mucho más pobres que Corea del Sur, sus gobiernos están haciendo más de lo que nunca se ha hecho allí para convencer a la gente de que traten a las niñas igual que a los niños (a través de las leyes contra la discriminación y de campañas en los medios de comunicación). Las consecuencias no intencionales de la selección de sexo han sido enormes. Y pueden empeorar. Pero, en última instancia, cree que “parece que estamos asistiendo a un cambio incipiente en el fenómeno de la “niñas que desaparecen” en Asia”.
Publicado en The Economist, http://magic.economist.com/node/15606229 vía Fundación Burke
“Pero eso es… un asesinato… y ¡ustedes son la policía!” Los policías me agarraron unos cuantos minutos más. “Hacer una niña no es algo como para sentirse orgulloso por aquí”, dijo una anciana. “Pero es un bebé vivo”, le dije con voz temblorosa, señalando el cubo de agua sucia. “No es un bebé”, me corrigió. “Es una bebita, y no podemos mantenerla. En esta zona uno no puede vivir sin un hijo. Las niñas no cuentan”.
En enero de 2010, la Academia China de Ciencias Sociales (CASS) mostró lo que puede suceder a un país cuando las niñas no se tienen en cuenta. Dentro de diez años, señaló la Academia, uno de cada cinco jóvenes serán incapaces de encontrar una esposa a causa de la escasez de mujeres jóvenes, una cifra sin precedentes en un país en paz.
El número se basa en la diferencia de sexos entre las personas de hasta 19 años. De acuerdo con la CASS, China tendrá en 2020 entre 30 y 40 millones más de hombres en estas edades que de mujeres jóvenes. En comparación, hay 23 millones de niños por debajo de la edad de 20 años en Alemania, Francia y Gran Bretaña juntas y alrededor de 40 millones de jóvenes norteamericanos. Así que dentro de diez años China se enfrenta a la perspectiva de tener el equivalente de toda la población masculina joven de Estados Unidos o casi el doble que la de los tres mayores países de Europa, con pocas perspectivas de matrimonio, sin formar un hogar propio y sin la participación social que el matrimonio y los niños proporcionan.
El feminicidio es a menudo visto como una consecuencia no deseada de la política china de un solo hijo, o como el producto de la pobreza o la ignorancia. Pero ésa no es toda la historia. El superávit de solteros parece haberse acelerado entre 1990 y 2005, sin que se puedan encontrar vinculaciones obvias con la política del hijo único, que se introdujo en 1979. Y, como es evidente, la guerra contra los bebés de sexo femenino no se limita a China.
Partes de la India tienen ratios entre sexos tan desiguales como su vecino del norte. Otros países de Asia oriental como Corea del Sur, Singapur y Taiwán tienen elevados números de nacimientos de varones. Así ha sucedido también, desde el colapso de la Unión Soviética, en los antiguos países comunistas del Cáucaso y los Balcanes. Incluso algunos subgrupos de población de Estados Unidos están siguiendo este ejemplo, aunque no la población en su conjunto.
La verdadera causa, afirma Nick Eberstadt, un demógrafo del American Enterprise Institute, un think-tank en Washington DC, no es la política concreta de un país, sino “el choque fatal entre la preferencia por los hijos, la rápida propagación de la detección prenatal del sexo y la disminución de la fecundidad. “Éstas son tendencias mundiales. Y la destrucción selectiva de niñas también es global”.
Los niños son ligeramente más propensos a morir en la infancia que las niñas. Para compensar, nacen más niños que niñas para que así haya un número igual de hombres y mujeres jóvenes en la pubertad. En todas las sociedades que registran el número de nacimientos nacen normalmente entre 103 y 106 niños por cada 100 niñas. Esta ratio ha sido tan estable en el tiempo que parece ser el orden natural de las cosas.
Este orden ha cambiado radicalmente en los últimos 25 años. En China, la proporción de sexos en la generación nacida entre 1985 y 1989 fue de 108, ya fuera del límite de distribución natural. Para la generación nacida en el período 2000/04, fue de 124 (es decir, en esos años nacieron 124 niños por cada 100 niñas). De acuerdo con la CASS el ratio hoy es de 123 varones por cada 100 niñas. Estos ratios son biológicamente imposibles sin intervención humana.
Los promedios nacionales ocultan cifras sorprendentes a nivel provincial. Según un análisis de los datos de las familias chinas llevado a cabo a finales de 2005 y publicado en el British Medical Journal, sólo una región, el Tíbet, tiene una proporción de sexos dentro de los límites de la naturaleza. Catorce provincias, principalmente en el este y el sur, tienen ratios de sexo en el nacimiento de 120 y más, y tres tienen niveles sin precedentes de más de 130. Como dice CASS, “el desequilibrio entre sexos ha ido creciendo año tras año”.
Un estudio del British Medical Journal también arroja luz sobre uno de los enigmas relacionados con el desequilibrio de sexos en China. ¿Hasta qué punto ha sido exagerado por la presunta práctica de no informar del nacimiento de niñas en la esperanza de conseguir otra oportunidad de que nazca un hijo? No mucho, piensan los autores. Si esta explicación fuera correcta, lo probable sería encontrar que los ratios entre sexos caerían bruscamente a medida que las niñas que habían sido ocultadas en el momento del nacimiento comenzaran a ingresar en los registros oficiales de los que asisten a la escuela o al médico. Pero, de hecho, no hay tal caída. La proporción de sexos entre quienes tienen 15 años de edad en 2005 no estaba lejos de la proporción de sexos al nacer en 1990. La implicación es que fue el aborto selectivo por sexo, y no la ocultación de niñas, lo que explica el exceso de niños.
Otros países tienen proporciones entre sexos tremendamente desiguales sin los controles draconianos de China. La proporción de sexos en Taiwan también aumentó de poco más de lo normal en 1980 a 110 en la década de 1990, y continúa manteniéndose justo por debajo de ese nivel en la actualidad. Durante el mismo período, la proporción de sexos en Corea del Sur aumentó de poco más de lo normal a 117 en 1990, antes de retroceder a niveles más naturales. Ambos países ya eran ricos, crecían rápidamente y eran cada vez más educados, incluso en los años en los que el ratio entre sexos se inclinaba fuertemente hacia los hombres.
Corea del Sur está experimentando algunas consecuencias sorprendentes. El excedente de solteros en un país rico ha atraído novias del extranjero. En 2008, el 11% de los matrimonios fueron “mixtos”, en su mayoría entre un hombre coreano y una mujer extranjera. Esto está causando tensiones en una sociedad hasta ahora homogénea, que es a menudo hostil a los hijos de matrimonios mixtos. La tendencia es especialmente marcada en las zonas rurales, donde el gobierno piensa que la mitad de los niños de las familias campesinas nacerán en matrimonios mixtos en 2020. Estos niños son lo suficientemente abundantes como para haber generado una nueva palabra: “Kosians”, o coreano-asiáticos.
China es nominalmente un país comunista, pero en otros lugares la caída del comunismo se asoció con el crecimiento de la desproporción entre sexos. Después de la implosión de la Unión Soviética en 1991 hubo un aumento en la proporción de niños sobre niñas en Armenia, Azerbaiyán y Georgia. Su proporción pasó de los niveles normales en 1991 a 115-120 en el año 2000. También se produjo un aumento en varios estados de los Balcanes después de las guerras de secesión yugoslavas. La proporción en Serbia y Macedonia es de alrededor de 108. Hay incluso indicios de ratios de sexo distorsionados en los Estados Unidos, entre los grupos de asiático-americanos. En 1975, calcula el investigador Eberstadt, la proporción de sexos para los chino, japonés y filipino-americanos fue de entre 100 y 106. En 2002, fue de 107 a 109.
Pero el país con el record más notable es otro supergigante, la India. La India no proporciona cifras de proporción entre sexos al nacer, por lo que sus cifras no son estrictamente comparables con los demás países. Pero no hay duda de que el número de niños ha ido en aumento en relación con las niñas y que, como en China, hay grandes disparidades regionales. El noroeste de los estados de Punjab y Haryana tiene ratios entre sexos tan altos como las provincias al este y sur de China. A nivel nacional, la proporción de niños de hasta seis años de edad aumentó de un 104 biológicamente irreprochable en 1981 a un 108 biológicamente imposible en 2001. En 1991 hubo un solo distrito con una proporción de sexos de más de 125, en 2001, hubo 46.
La explicación convencional para estas disparidades es que son el resultado de “concepciones retrógradas” propias de sociedades anticuadas o, en China, de la política del hijo único. En consecuencia, la reforma política o la modernización social (mediante, por ejemplo, la mejora de la situación de la mujer) deberían llevar la proporción de sexos a la normalidad. Pero esto no siempre es cierto y, si lo es, el camino hacia una proporción normal de sexos es sinuoso y accidentado.
No todas las sociedades tradicionales muestran una preferencia marcada por los hijos varones. Sin embargo, en las que lo hacen (sobre todo en aquellas en las que se supone que el hijo debe ocuparse de sus padres en la vejez), un hijo vale más que una hija. Una chica se considera que se ha unido a la familia de su marido cuando se casa y que sus padres la pierden. Como dice un dicho hindú, “criar a una hija es como regar el jardín de tus vecinos”.
La preferencia por los hijos varones se verifica incluso en las encuestas. En 1999 el gobierno de la India preguntó a las mujeres el sexo que querían para su próximo hijo. Un tercio de las parejas sin hijos dijo que varón, dos tercios no tenía ninguna preferencia y sólo un porcentaje residual dijo que una hija. Las encuestas llevadas a cabo en Pakistán y Yemen muestran resultados similares. Las madres en algunos países en desarrollo dicen que prefieren varones por márgenes de diez a uno. En China, las comadronas cobran más por la entrega de un hijo que por la de una hija.
Lo insólito es que la preferencia por un hijo varón aumenta considerablemente en los segundos partos y siguientes. Entre las mujeres indias con dos hijos (de ambos sexos), el 60% dijeron que querían un hijo varón la siguiente vez, casi el doble de esa preferencia para los primogénitos. Esto refleja el deseo de tener un hijo por parte de quienes tienen dos hijas. El porcentaje se eleva al 75% para aquellos que tienen tres hijos. La diferencia en la actitud de los padres hacia los primogénitos y hacia los hijos siguientes es grande y significativa.
Hasta la década de 1980 las personas en los países pobres no podían hacer mucho sobre esta preferencia: antes del nacimiento la naturaleza seguía su curso. Pero en esa década las ecografías y otros métodos para detectar el sexo de un niño antes del nacimiento comenzaron a hacer su aparición. Esas tecnologías lo cambiaron todo. Los médicos en la India comenzaron a ofrecer exploraciones de ultrasonido con el lema “pague 5.000 rupias (110 US$) hoy y ahorre 50.000 rupias mañana” (refiriéndose al ahorro en el coste de la dote de una hija). Los millones de padres que querían un hijo pero no se decidían a matar a sus hijas al nacer eligieron el aborto.
El uso del aborto selectivo se prohibió en la India en 1994 y en China en 1995. Es ilegal en la mayoría de países (aunque Suecia legalizó la práctica en 2009). Pero ya que es casi imposible demostrar que el aborto se ha llevado a cabo por razones de selección del sexo, la práctica sigue siendo generalizada. Una ecografía cuesta alrededor de 12 US$, lo que está dentro del alcance de muchas, casi todas, las familias de China y la India. En un hospital en Punjab, en el norte de la India, las niñas sólo nacen después de que una serie de ecografías las hayan identificado erróneamente como varones o bien porque tengan un gemelo varón.
La difusión de la tecnología de imágenes fetales no sólo ha sesgado la proporción entre los sexos, sino también explica lo que sería una especie de rompecabezas: las diferencias en la proporción entre sexos tienden a aumentar con los ingresos y la educación, algo que contradice la teoría de las sociedades retrógradas. En la India, algunos de los estados más prósperos (Maharashtra, Punjab, Gujarat) tienen los ratios más desequilibrados entre sexos. En China, cuanto mayor es la tasa de alfabetización de una provincia, más desigual es su ratio entre sexos. La proporción también aumenta con la renta per cápita.
En Punjab Monica Das Gupta, del Banco Mundial, descubrió que las segundas y terceras hijas de madres bien educadas tenían más del doble de probabilidades de morir antes de cumplir los cinco años que sus hermanos, independientemente del orden de los nacimientos. La diferencia fue mucho menor en los hogares más pobres. Das Gupta sostiene que las mujeres no necesariamente utilizan sus mejoras en educación e ingresos para ayudar a sus hijas. Las familias más ricas y mejor educadas comparten la preferencia de sus vecinos más pobres “por los hijos varones y, como tienden a tener familias más pequeñas, están bajo mayor presión para conseguir un hijo varón si su primer hijo ha sido una inesperada niña”.
Así que la modernización y el aumento de ingresos hacen más fácil y deseable la selección del sexo de los hijos. Y lo que ocurre es que las familias más pequeñas se combinan con una mayor riqueza para reforzar el imperativo de conseguir un hijo varón. Cuando las familias son grandes, llegará al menos un hijo varón que mantendrá la línea familiar. Pero si sólo se tienen uno o dos hijos, el nacimiento de una niña podría sustituir al hijo varón. Por lo tanto, con mayores ingresos y descenso de la fertilidad, más y más personas viven en familias más ricas y más pequeñas, y están bajo mayor presión para tener un hijo varón.
En China, la política del hijo único aumenta aún más la presión. Inesperadamente, sin embargo, es la relajación de la política, en lugar de la política pura y simple, lo que explica el aumento artificial del número de niños.
En la mayoría de las ciudades chinas se aplica la política en su forma pura, esto es, a las parejas generalmente se les permite tener un solo hijo. Pero en el campo, donde vive el 55% de la población de China, hay tres variantes de la política del hijo único. En las provincias costeras alrededor de al 40% de las parejas se les permite un segundo hijo si el primero es una niña. En las provincias centrales y meridionales se permite un segundo hijo, tanto si el primero es una niña o si los padres sufren “dificultades”, un criterio determinado por los funcionarios locales. En el lejano oeste y en Mongolia Interior no se aplica realmente la política de un solo hijo. A las minorías se les permite un segundo, a veces incluso un tercer niño, sea cual sea el sexo del primogénito.
Las provincias en este último grupo son las únicas que se acercan a una proporción normal entre sexos. Están escasamente pobladas y habitadas por grupos étnicos a los que desagrada el aborto y cuyos sistemas familiares no menosprecian el valor de las hijas. Las provincias con los ratios más altos de niños sobre niñas están en el segundo grupo, entre las que tienen la mayoría de las excepciones a la política del hijo único. Como muestra el estudio del British Medical Journal, estas excepciones son importantes debido a la preferencia por los hijos varones cuando nacen en segundo o tercer lugar.
Tomemos como ejemplo Guangdong, la provincia más poblada de China. Su proporción entre sexos es de 120, un ratio muy alto. Pero si tomamos sólo los primeros nacimientos, la proporción es de “sólo” 108. Este ratio está fuera de los límites de la normalidad, pero no por mucho. Si se toma sólo a los niños nacidos en segundo lugar, que se permiten en ciertas provincias, la proporción salta a 146 niños por cada 100 niñas. Y para los relativamente pocos nacimientos en los que a los padres se les permite un tercer hijo, la proporción de sexos es de 167. Incluso esta sorprendente proporción no es el límite. En la provincia de Anhui, entre los niños nacidos en tercer lugar, hay 227 niños por cada 100 niñas, mientras que en el municipio de Beijing (que también permite excepciones en las zonas rurales), la proporción de sexos alcanza un increíble 275. Hay casi tres bebés varones por cada niña.
Das Gupta ha encontrado algo similar en la India. Las primeras hijas son tratadas de modo similar a sus hermanos. La norma parece ser que los padres acogen bien un primer hijo niña. Pero que no dudan en recurrir a medidas extraordinarias para asegurar que los hijos posteriores son varones.
A lo largo de la historia humana, los hombres jóvenes han sido responsables de la enorme preponderancia de la delincuencia y la violencia, especialmente los hombres solteros en los países donde el estatus y la aceptación social dependen de estar casados y tener hijos, como sucede en China y la India. Una población creciente de hombres solteros y frustrados es sinónimo de problemas.
La tasa de delincuencia se ha casi duplicado en China durante los últimos 20 años de aumento de la proporción de varones, con abundantes historias de secuestros de novias, trata de mujeres, violaciones y prostitución. Un estudio sobre si estos fenómenos estaban relacionados concluyó positivamente, aportando el dato de que la desproporción entre sexos era responsable aproximadamente de una séptima parte del aumento de la delincuencia. En la India, también existe una correlación entre los índices de delincuencia provincial y los ratios desequilibrados entre sexos. En “Bare Branches”, Valerie Hudson y Andrea den Boer advierten de que los problemas sociales de la desproporción entre sexos provocarán una tendencia al autoritarismo. Los gobiernos, sostienen estas autoras, “deberán disminuir la amenaza planteada a la sociedad por estos jóvenes. En consecuencia es muy probable que asistamos a un aumento del autoritarismo en un esfuerzo para acabar con la delincuencia, las pandillas, el contrabando y otros fenómenos concomitantes”.
La violencia no es la única consecuencia. En algunas partes de la India el coste de la dote se ha incrementado. Allí donde la gente paga un precio por la novia (es decir, la familia del novio da dinero a la de la novia), el precio ha aumentado. Durante la década de 1990, China registró la aparición de decenas de miles de “familia fantasmas con niños extras”: parejas de las zonas con política estricta de un solo hijo que viven en un limbo jurídico, cambiando incesantemente de ciudad en ciudad, a fin de proteger a sus dos o tres hijos del ojo peligroso de las autoridades. Y, según la Organización Mundial de la Salud, las tasas de suicidios de las mujeres en China se encuentran entre las más altas del mundo (como lo son Corea del Sur). El suicidio es la forma más común de muerte entre las mujeres rurales de China entre 15 y 34 años, donde las jóvenes madres se matan bebiendo fertilizantes agrícolas, que son fáciles de encontrar. La periodista Xinran Xue piensa que no pueden vivir sabiendo que han abortado o asesinado a sus hijas.
Algunas de las consecuencias de la desproporción entre sexos han sido inesperadas. Probablemente ha aumentado la tasa de ahorro de China. Esto es debido a que los padres con un hijo único ahorran para aumentar sus posibilidades de atraer a una mujer en el mercado matrimonial ultra-competitivo chino. Shang-Jin Wei de la Universidad de Columbia y Zhang Xiaobo del Organismo Internacional de Investigaciones sobre Políticas Alimentarias en Washington DC, han comparado las tasas de ahorro de los hogares con hijos varones en comparación con aquellos que tienen hijas. “Encontramos no sólo que las familias con hijos ahorran más que las familias con hijas en todas las regiones”, dice Wei, “sino que los hogares con hijos tienden a elevar su tasa de ahorro si también viven en una región con un ratio entre sexos más desigual”. Además calculan que aproximadamente la mitad del aumento en el ahorro de China en los últimos 25 años se puede atribuir al aumento de la desproporción entre sexos. Si es verdad, esto sugiere que los cambios de política económica para impulsar el consumo serán menos eficaces de lo que el gobierno espera.
En la próxima generación, muchos de los problemas asociados con la selección de sexo van a empeorar. Las consecuencias sociales se harán más evidentes porque los numerosos niños nacidos durante la última década alcanzarán la madurez. Mientras tanto, la práctica de la selección de sexo se está extendiendo debido a que las tasas de fecundidad siguen disminuyendo y los ecógrafos están llegando a todo el mundo en desarrollo.
Sin embargo, la historia de la destrucción de las niñas bebé no termina en el pesimismo total. Al menos un país, Corea del Sur, ha invertido su preferencia cultural por los hijos varones y ha reducido la desproporción entre sexos. Hay razones para pensar que China y la India podrían seguir su ejemplo.
Corea del Sur fue el primer país que informó de ratios excepcionalmente altos y ha sido el primero en disminuirlos. Entre 1985 y 2003 la proporción de mujeres de Corea del Sur que respondió a los inspectores nacionales de salud que “debían tener un hijo varón” se redujo en casi dos terceras partes, del 48% al 17%. Transcurrida una década la proporción entre sexos comenzó a caer a mediados de los 90 y ahora es de 110 varones por cada 100 niñas. Das Gupta cree que aunque se necesita un tiempo para que las normas sociales que favorecen a los hijos varones sean alteradas, y aunque la transición pueda ser retrasada por la introducción de las ecografías, a la larga el cambio llegará. La modernización no sólo facilita a los padres controlar el sexo de sus hijos, sino que también cambia los valores de las personas en detrimento de las normas que establecen una preferencia por los hijos varones. En algún momento, una tendencia se convierte en más importante que la otra.
Cabe la posibilidad de que China y la India puedan estar llegando a ese punto. El censo de 2000 y el estudio CASS muestran una proporción entre sexos estable en torno a 120. Al menos el ratio parece haber dejado de subir. A nivel local, Das Gupta sostiene que las provincias que tienen los ratios más altos (y que poseen dos tercios de la población de China) han registrado una desaceleración en sus tasas desde el año 2000. En la India un estudio encontró que la preferencia cultural por los hijos varones ha disminuido también y que el ratio entre sexos, como en gran parte de China, está aumentando más lentamente. En las aldeas de Haryana, las abuelas se sientan en silencio, tapado el rostro por un velo, mientras están presentes los hombres. Sin embargo, sus hijas se sientan y charlan sin llevar velo porque, dicen, han visto tantas mujeres sin velo en el trabajo o en la televisión que les parece normal.
Das Gupta señala que aunque los dos gigantes son mucho más pobres que Corea del Sur, sus gobiernos están haciendo más de lo que nunca se ha hecho allí para convencer a la gente de que traten a las niñas igual que a los niños (a través de las leyes contra la discriminación y de campañas en los medios de comunicación). Las consecuencias no intencionales de la selección de sexo han sido enormes. Y pueden empeorar. Pero, en última instancia, cree que “parece que estamos asistiendo a un cambio incipiente en el fenómeno de la “niñas que desaparecen” en Asia”.
Publicado en The Economist, http://magic.economist.com/node/15606229 vía Fundación Burke
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